lunes, 10 de octubre de 2011

Jerez cherchez Dalmane


Eran las siete y bebía jerez. El dulce saborcito se diluía en mi tráquea, junto con todas mis babas y poco a poco, un mareo excitante comenzó a turbarme mientras mis ojos absorbían estáticos los tonos del techo. Los colores ya no parecían los mismos, desde la caverna de la oscura brecha que divide mis dientes frontales salió el eco de una risilla de alegría, el jerez ahora se diluía en mi sangre. Para las ocho Yuso comenzó a tocar la puertecita de mi tímpano; Greca no abrió. Minutos después lo escuché gritarme unas palabras que sonaban pegajosas y se entendían poco. Lo gritó varias veces más hasta que entendí: “Ven al mundo gris”. En realidad se lo decía a Greca pero Greca y yo somos una misma, ella vive en mi cabeza, Yuso vive en mis cabellos y a veces desciende de ellos como si fueran lianas hasta llegar a mi tímpano en búsqueda de su amada perdida.
Greca tomó su parafernalia de maquillaje y la metió en su bolsa negra, después, sin dudarlo, se fue al mundo gris con Yuso. Supongo que ahí fue cuando empecé a perderme en un mundo en el que la mezcla de tantos colores tornó la paleta de mi visión grisácea.
Horas después me encontré sentada sola en el sillón viejo y desgastado de una fiesta ácida. Silverio estaba a mí lado, en carne y hueso. Como siempre su cuerpo de cadáver reposaba inmóvil, su mirada parecía estar pausada, congelada en un instante que fácilmente se reproducía repetidamente en esa parte carnosa que se abriga con párpados y pestañas. Quise despertarlo pero recordé que estaba muerto y que en cuanto me levantara de ese sillón amarillo él me seguiría, muerto en vida, un zombie silencioso convertido en perro faldero, también zombie.
Había jerez regado en mi falda blanca y el vaso de cristal vacío sujeto a mi mano, casi pegado al sudor viscoso que de mis poros brotaba. Comencé a entender que estaba pasando…Secuestro mental, nada nuevo.
Salí de la fiesta, hacía frío y llovía, caminé al parque y me senté a mojarme en el pasto…unos minutos después el pasto se comenzó a hundir. A decir verdad esa noche fue extraña y no culpo al jerez nada más, sino a la efervescencia del “remedio” al chocar con el azúcar de esta sanguaza bebible.
9 DE DICIEMBRE DE 2009

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