lunes, 10 de octubre de 2011

CHAQUETAS


“Te estuve esperando”, decía la hoja blanca “Bond” y mi letra acusaba unas pizcas de desesperación, era tinta fuente, negra. Podía recordar el momento en el que lo escribí sobre mi cama de la Roma, el ventanal pálido me pareció siniestro como queriendo recordarme mi soledad, sepultarme en ella más bien. Acababa de despertar de un sueño de esos que dejan un sabor a hueco, de esos que no se recuerdan del todo, de los que la mente borra el clímax; y yo la noche anterior había cerrado mis ojos y antes de que comenzaran esos pensamientos que no son sueños pero no son pensamientos normales; esos que parecen la antesala o mejor dicho la incubadora de sueños; antes de descender hasta ese nivel cognitivo yo estuve pensando en ti.
Mira, no digo que todas las noches lo hiciera y si sí que chingados, vaya si me supiera masturbar con mucho gusto lo hacía pensando en ti y sé que es penoso que a mis veintitantos años no sepa masturbarme, de hecho una vez lo intenté, bueno, varias veces pero la última fue pensando en ti y cuando cerré los ojos para imaginarnos, para recordarnos siempre en mí cama no pude, fue como si dos fantasmas se besaran y perdí ese hilo apoltronado de pensamientos en el que estamos compuestos por carne y cogemos, no, no pude.

De hecho antes de dormir eso era justo lo que pensaba, me preguntaba si alguna vez te habrías masturbado pensando en mí, pensé “¿lo habrá hecho alguna vez?” Y luego “alguna vez” rechinó en mi mente, claro, el ego y el tiempo que no estaban del todo diluidos. ¿Cuándo? ¿Hace cuánto? Pensé. Entonces mi pensamiento ya era una lombriz que se transforma no sé en qué, tal vez más bien era una cochinilla que se transforma en lombriz. Sí, eso era, empecé dándome el gusto de pensar en ti masturbándote pensando en mí, luego me pregunté cuándo es alguna vez, cuándo putas es ese momento pues ya hacía tanto tiempo había pasado lo nuestro que el “tiempo” (putos tic tocs del carajo) no hacían más que empañar los recuerdos de cuando cogíamos en mi cama al grado de no poder excitarme para masturbarme.

Lo de la masturbación no era nada nuevo, era un hecho triste y rotundo que me quedaba claro debía ser tratado con un psicólogo y pensaba que preferentemente debía ser guapo para que me enseñara como se hacía, luego pensaba que mejor debía ser mujer, qué chingados me va a enseñar un hombre sobre como masturbarme, pinche país machista, pensaba. En fin, lo que me extrañaba en verdad era no poder excitarme de acordarme de tu cuerpo desnudo en mi cama, de cuando me tomabas las manos con fuerza y me mordías antes de penetrarme, de cuando me decías que ya te ibas a venir. El caso es que ese pensamiento ya era lombriz se convirtió en víbora y terminé preguntándome si te estarías masturbando pensando en mí en ese mismo momento. Vaya puta madre, en lo que consisten las chingadas chaquetas mentales, una tras otra y nada más no te vienes y no te vienes pues las chaquetas nunca cesan , nunca llegan a nada, no tienen conclusión. Ni se deberían de llamar chaquetas mentales pues el fin de una chaqueta es terminar; venirse, deberían de llamarse “intentos fallidos por masturbaste.

Para ese entonces yo estaba a punto de llegar a la incubadora de sueños y sí, ´pensaba en ti, pero en quién pensaba en realidad si ya ni me acordaba de bien de tu cara ni de tu daga, a lo que sabía cuando la chupaba, ni de tu rostro entre mis piernas cuando te me quedaba viendo y me preguntabas por qué te veía como diciéndome que no querías hacerme el amor sino simplemente cogerme. Entonces me quedé dormida y recuerdo todavía muy claramente qué fue lo último que pensé antes de cruzar el borde, pensé que qué bueno que pensaba en ti para verte en esa vida que se vive con los ojos cerrados, en ese mundo al que uno escapa.

Luego amanecí y me encontré la hoja bond y mi pluma fuente reposando sobre el buró y lo siguiente que escribí después de esa primera oración fue: “No llegaste”.

Julio 2011

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