sábado, 17 de abril de 2010

Carnac

Bretagne, France 2009
Cerré los ojos; era como si olas me revolcaran una tras otra al escuchar su voz dolorosa. “Love me tender love me sweet”.
Lo escuchaba en la oscuridad por qué hay canciones que tienen el instantáneo poder de hacerte llorar y de transportarte a la historia; Elvis no es ninguna excepción. El tuvo el dominio sobre mi estado de animo que fue transformándose hasta que sentí lentamente llegar el mareo, la falta de visión y una nausea molesta.
Cuando apagué sin más el tocadiscos y abrí los ojos, lo encontré en el borde de mi cama, en blanco y negro. Sabía que era el, sin embargo no podía verlo bien por la oscuridad…me sentí perdida entre fantasmagoría y, un miedo infantil se esparció por mis pulmones como si estos se llenaran de un agua que no les permitía comprimirse. Nunca creí ser tan importante como para que Elvis me visitara, y menos frente a mí cama…la duda recorrió mi sistema límbico; Elvis estaba ahí y esto no se sentía como un sueño.
“No one will ever believe you, silly girl”. Creo que me estoy volviendo loca; le pregunté qué estaba haciendo ahí.
“Never let me go…You have made my life complete and I love you so. Love me tender love me true all my dreams fullfill” comenzó a cantar y, yo no pude resistir la sensación de mareo de nuevo; la nausea. Comencé a llorar y entre la humedad de mis ojos, todo se empezó a poner borroso, me sequé unas lagrimas; el ya no estaba ahí pero la canción seguía sonando y mi mareo seguía presente.
Cerré los ojos de nuevo y pronto estaba en la orilla del mar, donde se encuentra con la arena; mucha gente alrededor de mí; por fin mis pulmones pudieron comprimirse…Si la muerte sabe a Elvis, no se qué hago viva.

jueves, 18 de marzo de 2010

Mister Wir

MISTER WIR
Modif. Mar 29 2011

No le tomó por sorpresa que su café de madrugador le hablara. En la radio todas las estaciones y los locutores hablaban de “Estucio”, el nuevo planeta que habían encontrado en el espacio.
-“¡Estamos Salvados!”, gritó una sabandija de voz chillona en el 47.2 FM.
A él no le importaba, sínicamente apagó la radio y subió a la azotea de su edificio gris. Pensaba en muchas cosas y recordó lo que su café le había susurrado en la mañana: Era cierto.
Estuvo viendo el horizonte del planeta tierra, la verdosidad de los árboles a lo lejos y el bosque que rodeaba la soledad de su edificio gris.
Su mente vaga se detuvo en pensamientos de cosas por las que algún vez había sentido culpa, sin embargo, el recorrido de su camino de jengibre le había hecho olvidar esa sensación. Ya no sentía vergüenza al mirar su reflejo, ni al mirar las líneas truculentas de sus manos que creía ser el único con el poder de leerlas. La mancha de sangre de todos los faisanes, ya no estaba cuando miraba sus palmas, ni al vislumbrar el cielo; ya no era indeleble.
Se sintió solo mientras la competencia de estrellas comenzaba entre las nubes. Intentó pensar en nada y recordó que siempre había estado solo en su castillo edificio gris y al mirar los lirios mohosos en las paredes logró sentirse acompañado por un instante fugaz.
Después de ese momento que se apareció tan breve, ya nada parecía feliz. Todo se desordenó en su mente, se imaginó Estucio rodando alrededor de la órbita solar, el nuevo planeta chorreaba sangre que flotaba con inercia hacía el fuego del sol. Su apetito se abrió, voraz y el solitario emitió un gemido similar al de un orgasmo. Su apetito se abrió más y más tanto que comenzó a imaginar hermosas mujeres de tez blanca y pechos carnosos. Saboreó incluso el deleite de su piel desmenuzándose bajo el yugo de sus muelas. Pudo esbozar toda la carne intacta que en unos meses Estucio resguardaría de sus maneras tan primitivas…Carne fresca. Una mancha de sangre apareció en su cielo.
-“Nunca vas a dejar de pensar”, recordó lo que su café de madrugador le había murmurado.
Su desesperación no fue fácil de controlar esta vez. Cuando la noche cayó sobre él después del goteo del cielo ácido sobre la ciudad, se encontró náufrago de él mismo. En el refugio de su azotea, encontró un charco bajo un faro que reflejaba un sujeto depredador de una raza en peligro de extinción. Primero pensó en la voz chillona del 47.2, luego pensó en su café, al último no pensó más y la sangre chorreó desde sus labios, mientras pellejos rojizos de su propia carne saltaba de su boca al charco de agua ahora rojiza.

Renata Villarreal Tommasi

jueves, 21 de enero de 2010

RICINO


RICINO



Preferiste perderte en tu diván a pintar cuadros de mujeres que conservabas almacenadas en tu memoria; hasta ahora ninguna era yo y reí al pensar que algún día podría ser. Tal vez cualquier otra mujer de tu pasado se creería afortunada de pisar la mente de un pintor; yo no, para mí es más un juego peligroso; como el hombre con anillo de calaca que viene a ahorcarme y desvestirme en algunas de mis pesadillas…peligroso.
Nunca creì ser una vagabunda que caminaba día y noche en tu imaginación; esa no soy yo, esos ojos ya no son los míos y, mis manos están sumergidas en lo más profundo de mi bolsa mientras saco mi jarabe para la tos; no en donde las pintaste.
Quien sea que hayas aprisionado en tu mente para después pintarla en un disfraz de pieles claras y cabellos largos y castaños; no soy yo aunque se parezca a mí.
¿Por qué no soy yo? Por qué una hoja no es la misma en abril que en octubre, por qué tú encontraste una hoja tirada una noche lluviosa de octubre y cuando encontraste otra hoja en abril creíste que era la misma.
Por eso cuando entraste en tu diván y me encontraste desnuda posando para que me pintaras, no esperaba encontrarme años atrás en el mismo sillón, enfrascada en tu estùpido lienzo rodeada de demonios dibujados a mano; esa del lienzo no soy yo, esos senos no son los míos y, la mirada turbia y rota la dejé en el pasado.
Por eso te regreso tu lienzo y espero quedar sumergida debajo de nuevas memorias; pero para eso tendrías que salir de tu diván a buscar nuevas mujeres que posen desnudas para que las pintes y, en mi mente…cuando la luz del sol te toque, te despedazaras como se despedaza una piedra de tierra al tocarla…Ese no eres tú ¿o sí?


Renata Villarreal Tommasi