domingo, 18 de octubre de 2009

L' Inconnu parfait

Mientras las ratas carcomían las paredes de las alcantarillas y los hurones intentaban salir de sus jaulas yo me pintaba las uñas. ¿Qué importa el color?
No tenía nada que hacer y decidí ir a rue Mouffetard por un helado. El calor del día me recordaba una sola cosa, lo obvio; era verano. Nunca me han gustado tanto los veranos. Uno tiende a perder el control de su vida, no hay horarios, las decisiones se tornan difíciles a ser tomadas y lo peor: Hace calor.
Mi lengua sudada se deslizaba por la bola del helado de frambuesa. Ya lo sé que en las misceláneas no venden helados de frambuesa, pero probablemente es por falta de imaginación y esta es mi historia.
Tomé la línea diez del metro de París, mas tarde me cambié a la línea siete y en Place Monge se subió. Intenté no quedarme viéndolo, era una clase de hombre perfecto para mí, voltee un par de veces disimuladamente y a la tercera vez me encontré sus ojos sobre mí, le sostuve la mirada. Mi parada llegó mas pronto de lo esperado y no pude hacer más que bajarme del transporte público que por cierto estaba repleto de gente. Las puertas se cerraron y ahí fue cuando me día cuenta que mi hombre perfecto había hecho un grande esfuerzo por salir también. Pegado a la ventana me sonrió, then he waved. Nunca lo volví a ver por supuesto. Sin embargo a veces, me pregunto ¿qué hubiera pasado si hubiera podido salir del vagón?
A veces me preguntó si el era mi verdadera y única media naranja y unos tic tacs nos impidieron encontrarnos.
Tal vez la vida es cruel, tal vez no haya tales cosas como medias naranjas.